domingo, 4 de marzo de 2012

La Leyenda Íbera de Aníbal


La leyenda Ibera de Aníbal
La trillada y certera frase: “La historia la escriben los vencidos” parece querer aparecer con una verdad bajo el brazo.
La realidad histórica y arqueológica de la narración romana sobre la Segunda Guerra Púnica, se contradicen. La primera, la narración histórica, aparece plagada de contradicciones y misterios. La segunda parece poner orden y concierto en el mito escindido y transcrito a beneficio del pueblo finalmente dominante y para el que colaboraron los historiadores bajo el escrutinio romano. 
Ésta será uno de los puntos a abordar durante la presentación del libro: “La Leyenda íbera de Aníbal” en el Café Saraguato de Córdoba, Ver.
La novela aborda los sucesos acaecidos desde antes del 247 a.C., fecha casi certera del nacimiento de Aníbal, uno de los estrategas más considerados y respetados del Orbe. Poco antes del acontecimiento que marcaría un hito en la historia antigua y en la militar, Amílcar Barca, padre de Aníbal, cartaginés de nacimiento y jefe de las milicias de su nación, libraba una batalla contra los romanos por la posesión de la isla de Sicilia, territorio cartaginés que por intereses comerciales ansiaban poseer los romanos. Amílcar mantenía su prestigio de general invicto por mar y tierra, cuando inesperada e incongruentemente, recibió desde Cartago la orden de capitular a favor de Roma. Las razones podrían parecer vagas e imprecisas, pero para una nación enriquecida y próspera por el comercio, las guerras, especialmente las guerras largas, perjudicaban considerablemente el nivel de vida de la nación, concretamente de los comerciantes más ricos. Algunos de ellos se habían abjurado en contra de sus propias milicias y a favor de Roma, la cual otorgaba jugosas tajadas como compensación. Sin embargo, y a pesar de la costumbre cartaginesa de firmar un armisticio en lugar de proseguir una guerra costosa y perjudicial para sus intereses, Amílcar sabía que los romanos no se darían jamás por satisfechos. Conocía a profundidad las razones económicas y el carácter ambicioso y sanguinario de un pueblo sin riqueza mineral, preciso y precioso para construir su propio imperio. Años antes habían asolado la región de sus antepasados Etruscos. Posteriormente la Galia, y las zonas aledañas a su todavía pequeño imperio, sin que su sed de sangre y necesidad de riquezas para reconstruirse económicamente cesaran.
Amílcar dio un paso adelante convenciendo al senado de la necesidad de aliar a Iberia (hoy España) a su causa, antes de que los romanos la invadieran. El inicio fue sangriento, pero los cartagineses, proclives a los pactos antes que al enfrentamiento, acudían a los matrimonios concertados con princesas íberas que les otorgaran derechos políticos sobre los militares.
Muerto Amílcar, Aníbal tomó el control de las tropas y expulsó a los romanos de territorio ibérico. Posteriormente preparó su siguiente paso: la invasión a Italia. Los motivos, alejar la guerra de Iberia y Cartago y detener a los romanos en sus ansias expansionistas.
Según los romanos, tras quince años en Italia, sin tropas de refresco ni ayuda alguna de su patria, a pesar de la batalla más laureada en toda la historia militar, reproducida en la novela, Aníbal perdió la última y definitiva batalla, en Zama, territorio cartaginés, a manos de Escipión, condecorado por sus contemporáneos con el apelativo: El africano.
Esta es, a grandes rasgos, la historia que narra la novela, a la que se han agregado personajes ficticios y reproducido los reales, por necesidades narrativas y para ejemplificar a pequeña escala, la vida común del pueblo ibérico de la época. Y sin embargo, los recientes restos arqueológicos parecen contradecir el último acontecimiento.
A decir del escritor tunecino Abdelaziz Belkodja, no existen rastros, a pesar de la incesante búsqueda, de un campo de batalla en Zama. Y en cambio sí existe un enorme puerto militar datado en fechas muy próximas a la mencionada batalla, lo cual contradice la historia romana. Esto ha llevado a considerar, a reservas de nuevos hallazgos, que existen probabilidades muy altas de que tal enfrentamiento no se hubiese jamás llevado a cabo y en cambio se obligase a Aníbal a firmar un armisticio, tal y como se había hecho con su padre durante la primera guerra con Roma, que Cartago pagase indemnizaciones de guerra para terminarla de una vez y poder continuar con la provechosa y productiva actividad comercial que los había hecho el imperio más rico y pujante de todo el Mediterráneo. De tal manera, los restos descubiertos del enorme puerto militar en Cartago, junto con la “misteriosa” expansión, enriquecimiento y progresiva prosperidad de la nación cartaginesa, además de la cruelmente apasionada búsqueda de Aníbal por parte de unos resentidos y celosos romanos, heridos en su amor propio por haber sido puestos en jaque por una nación a la que denominaban “bárbara” y un hombre que parecía poseer capacidades ilimitadas, parecen brindar hoy día una verdad que se había tratado de ocultar durante más de veintidós siglos: Cartago jamás perdió ni la primera, ni la segunda guerra con Roma.
Aunque la novela se escribió antes del novedoso descubrimiento, se mencionarán dichos detalles, además de algunos errores históricos detectados, además de otros tantos de edición.
La romántica suerte final de Aníbal se encuentra en la historia romana, tal y como al final de las páginas de la novela, así como la de su patria y la de todas las naciones del Mediterráneo.
Reseña de la autora Laura Fernández-Montesinos al presentar su libro

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